24 dic 2015

Bajo el calor de este flexo

Las noches se hacen más dulces
bajo el calor de este flexo.

Cuando el mundo, dormitando,
vive historias, crea sueños
que mañana, ingenuamente,
lamentarán "no son ciertos",
yo me hallo trazando versos
para plasmar, en efecto,
que no lo son.

Mas ¿quién necesita sueños
pudiendo vivir intensos
los momentos?

        * * *

Del frío nocturno de mi alrededor
me alejo.
Lo traen esqueletos de cristal guardado
en cajas de acero decoradas con dibujos,
grabadas con mi nombre.

Prefiero seguir aquí
aletargado.
Atrapado dentro de este prisma esperpéntico,
emocionante y mal iluminado,
pero acogedor.
Capaz de, mínimamente, acoger vida
con la luz de un ebrio foco
presa de saturación.

Sin el calor de un Sol
ni tú a mi  lado.

Entre texto y tempo,
marcado,
la Luna me acoge.
Y es entonces, que por verla
ellos simplemente duermen
y yo salgo al exterior.
Desprotegido.

Las noches nacen más dulces.



Alberto García Aznar ♪  





9 dic 2015

Recaída


En frecuentes ocasiones durante esta reciente grieta temporal me propuse una pregunta. ¿Debería regresar a este lugar? ¿Deberían tantas observadoras letras volver a unirse en comunidad para poblar estas iluminadas habitaciones?

Ha pasado un largo tiempo, y la vaga sensación de que un rincón de la red y del espacio se estaba quedando vacío me corroía por momentos. La relatividad del tiempo de la que tanto hablan ilustres físicos y teóricos se hace presente cada vez que digo que todo ha pasado demasiado rápido últimamente. La cuestión es que, cuando las cosas pasan demasiado rápido, todo lo que se aproxima hacia ti, certero y con determinación, se te viene encima como un potente fogonazo de visión y conclusiones, haciendo que un cambio potencial y paulatino se convierta en una mutación instantánea y descontrolada. Y, con ello encima de nuestras espaldas, el viaje sigue. Igual de deprisa. Y con él la incertidumbre de si realmente merecía la pena escribir con tinta luminosa sobre la pared de este lugar. Todavía me lo sigo cuestionando, en un momento en el que esa mutación que mencionaba me vuelve, quizá, cada vez más oscuro, esquivo y huidizo a la hora de sacar a relucir todo lo sentido, meditado y apuntado entre mi cabeza y pequeñas páginas de momentos extraños.

No obstante, es muy recomendable pararse a descansar. Mirar alrededor, respirar y, como tantas veces pongo en práctica, hablar con uno mismo. Hazlo, no cuesta nada. Ojalá la gente hablara también consigo misma. Y es que cuando lo haces y conversas, viajas y meditas, puedes hallar una bonita fuente de respuestas. Como aquella que me hizo pensar de nuevo en todo lo que me queda por hacer aquí, un lugar que me ha ayudado, aportado y construido. Ya no soy el mismo, pero a la vez lo soy. De modo que jamás volveré al punto de partida, pero tampoco abandonaré la idea de que alguien ha de pilotar una nave espacial como esta, aunque a veces se quede dormido y encienda el piloto automático creando una brecha espacio-emocional.

6 oct 2015

Vuelta a casa pronto, tres copas más tarde

Rugido incontrolable al filo de las doce de la noche.
Alcohol en sangre.
Y su carmín se hace ante mí invisible,
de aquel que nunca llega al corazón.

Llama sin aliento,
fuego muerto.
Individuo sin abrazos,
amante mutilado.
Vacío de esperanza o de todo sentimiento.
Postrado ante la reluciente Luna.
Y él tan apagado.
Y ella, tan brillante.

Nave vacía,
casa desnuda.
Como ese cuerpo inalcanzable.
Como la mente inapreciable
que al mínimo momento te destroza
en medio de la sangre de tu amor.

Vuelta a casa pronto, tres copas más tarde.
Algoritmos puntuales de la eternidad.
Mudanzas porcentuales del poder amar.
Del querer amar.
Y para siempre arder.
Luego echar a volar.

Mente que deja de ser alidada.
Vuélvese traidora en estas noches.
Abriendo cofres de ocasiones.
Tiñendo mis brazos de color de lluvia.
Qué bonita lluvia.

Evocación efervescente.
Profecía inexistente.
Y viento que te roza.
Te despierta.
Su frío te hace de nuevo ser quien eres.
Un migrante viajero y taciturno.
Otoñal, noctámbulo.
Y lunático.


Alberto García Aznar ♪

30 sept 2015

Caligrafía

Observa mi caligrafía gris y distorsionada, y dime si con ella quieres que escriba tu nombre.

Ojos pensantes

Quiero que mis ojos permanezcan inyectados en la sangre del silencio,
que se dilaten mis pupilas al regenerar tu imagen en mis pensamientos.
Aunque solo sean eso, pensamientos.

Insomnio voluntario

Hoy es uno de esos días en los que me propongo no dormir. Días, mejor dicho noches, en los que me apetece refugiarme en la habitación más remota de mis pensamientos, mirando la Luna desde la ventana. Quiero notar un siniestro escalofrío en mi espalda a las cinco de la madrugada. Sentir mis músculos alcoholizados por el sueño, y mantener abiertos los ojos para observar la más tranquila belleza subyacente en los abismos.

Hoy pienso ser ese silbido cuyo eco resuene por las calles vacías, el oscuro individuo que no se pare a la luz de las farolas.

Entumeceré los músculos de mi espalda en la incómoda silla de mis meditaciones, empuñando bolígrafo y papel como arma de doble filo. Estoy dispuesto a tener a la cafeína como acompañante, como tantas veces hice y tantas que quedan por llegar. Tengo ganas de adentrarme en plena oscuridad, alumbrando mi cuarto con el triste flexo que aguantó desvelos, palabras frustradas y grisáceas armonías. Deseo desvelarme con mi reflexión nocturna, después de echar a la duda que durante el día me durmió.

Esta noche me pondré a escribir lo que quiero en vez de lo que debo. A hacer lo mejor posible esta terapia para el pensamiento. Esbozaré renglones con esfuerzo, y los desecharé sin reparo alguno hasta que logre llegar a la combinación óptima. Estaré dispuesto a recordarte y a plasmarte recostada en mi esperanza, con palabras, dulcemente. Admiraré la belleza de este mundo, la felicidad, las estrellas y tu luz, una vez más, para después volver a mi refugio conmigo mismo y con la incertidumbre.

No  me importa aparecer mañana con unas apabullantes ojeras. Ayer no quise dormir y, como siempre, mereció la pena.

24 ago 2015

Linkin Park - Numb

I'm tired of being what you want me to be
Feeling so faithless, lost under the surface
Don't know what you're expecting of me
Put under the pressure of walking in your shoes

(Caught in the undertow, just caught in the undertow)
Every step that I take is another mistake to you
(Caught in the undertow, just caught in the undertow)

I've become so numb, I can't feel you there
Become so tired, so much more aware
I'm becoming this, all I want to do
Is be more like me and be less like you

Can't you see that you're smothering me?
Holding too tightly, afraid to lose control
'Cause everything that you thought I would be
Has fallen apart right in front of you

(Caught in the undertow, just caught in the undertow)
Every step that I take is another mistake to you.
(Caught in the undertow, just caught in the undertow)
And every second I waste is more than I can take

I've become so numb, I can't feel you there,
Become so tired, so much more aware
I'm becoming this, all I want to do
Is be more like me and be less like you

And I know
I may end up failing too
But I know
You were just like me with someone disappointed in you.

 I've become so numb, I can't feel you there,
Become so tired, so much more aware
I'm becoming this, all I want to do
Is be more like me and be less like you

 I've become so numb, I can't feel you there
(I'm tired of being what you want me to be)
I've become so numb, I can't feel you there
(I'm tired of being what you want me to be)
 
***
 
 

23 ago 2015

Nada.

Nada.
Níveo interior, mirar muerto.
Horizonte sin Sol con pose hiriente
tornando gélida el alma.


Nada.
Cofre blindado sin cierre.
Aquel que guarda esos días
que al nacer estaban muertos.
De los que nunca se habla.
No hay nada que contar.

¿Puedes oírme?
Soy yo.
Parece que te has perdido
y no me puedo encontrar.

Limbo existencial humilde.
Inmóvil.
Identidad calcinada bajo un fuego
que se convierte en un infantil puzle.


Frialdad ignorante.
Palabras mudas.
Hechos sin gracia.
Nada.
Confiesan muy bellas ninfas,
que cuando nacen y mueren
están calladas.


Alberto García Aznar ♪

[Inserta aquí tu propio título]

A veces
es tan fácil querer
pero tan difícil amar...

21 ago 2015

Lágrimas invisibles

Todo ser humano llora. Eso dicen, y… en el fondo, no les falta razón. Es de hecho lo primero que hacemos nada más nacer. Llorábamos a menudo cuando éramos pequeños, para tratar de conseguir que nos hicieran caso. También unos años después cuando, jugando en el patio de la escuela, nos caíamos al suelo, quedando éste manchado inmediatamente con la sangre de nuestros codos o rodillas. Llorábamos cuando nos castigaban sin salir a la calle, o cuando bajo ningún concepto queríamos rellenar esos odiosos cuadernillos de vacaciones.

Llorábamos bastante entonces, cuando sólo éramos niños. Pero cuando la gente crece también llora. Ahora es cuando llora de verdad. Lloramos cuando nos dan una sorpresa, o también cuando vemos a aquella persona especial acercarse a nosotros como no lo hizo nunca. Lloramos al reencontrarnos con nuestros familiares y más cercanos amigos. También al perder a nuestros seres queridos. Lloramos cuando nos vamos de casa, cuando tenemos miedo, cuando nos sentimos solos. Lloramos cuando la persona amada nos dice que no. O cuando afrontamos que jamás vamos a ver de nuevo a ese alguien especial. Ahora lloramos desde el corazón, pues éste es quien derrama la primera lágrima.

Mejor dicho: lloráis. Excluyendo, como es obvio, los efímeros sollozos de la niñez, puedo sinceramente afirmar que yo no he llorado nunca. Nunca. Aun habiendo tenido delante ocasiones de lo más variopinto y propicias para ello, bien fuera por alegría o por dolor. Lo único que he hecho ha sido quedarme tal cual estaba, convirtiéndome en una sencilla y redondeada roca. Jamás he sido capaz de hacer ninguna otra cosa.
Tal vez sea por mi forma de ser, pero es desesperanzador saber que, aun con el paso del tiempo, nunca he podido ni podré observar la imagen de una lágrima rodando hacia abajo por alguna de mis mejillas. No sé lo que es llorar, y no llegaré a saber qué es lo que se siente. Pese a poder ofrecer mi hombro para que tú llores si te sientes mal, yo nunca lo voy a hacer en el tuyo. No seré capaz, no me lo tengas en cuenta. Parece que el Universo sepa que siempre seré ese ser gélido incapaz de llorar por tan solo un instante.
Me uno así al degradado club de aquellos que no lloran, pero que sí sienten. De aquellos tachados de insensibles, de los que se dice que ni se emocionan ni se inmutan con una desgracia y que, por el contrario, pueden experimentar la misma alegría o dolor momentáneo que cualquier otro. Todo ello aderezado con esa vana y a la vez honda conmoción que me hace verme en ocasiones como un ser extraño, que me hace darme cuenta de este frío. Para algunos puede ser desgarrador, y es difícil imaginárselo desde fuera. “¿Por qué estoy así ahora, tan rígido?” Me pregunto. Bien sea en reencuentros, despedidas o fallecimientos.
Sí, inmóvil.
Además, siempre acaba por aparecer ese maldito nudo en la garganta con una canción, al recordar cierto momento o al pensar en ella una vez más y fijarme en cuán lejos estamos. Pero no puedes hacer nada. Se queda ahí y te contamina. Pobre de ti si no eres capaz de soportarlo.
Tal vez sirva de consuelo el saber que ninguna lágrima será capaz de perturbarme, pero en más de una ocasión las he anhelado. Aunque sea un clamor inaudible, me gustaría poder llorar alguna vez en mi vida, poder exhalar un sentimiento de esa forma, dejando entonces de maltratar a mi hígado engullendo tanto veneno emocional. Y es que, aunque lo eliminemos, siempre acaba dejando su azulada huella.

Me gustaría llorar de felicidad al abrazarte cuando te vuelva a ver, o esbozar una mirada compungida cuando marche a estudiar a cientos de kilómetros de aquí. Aunque solo fuese por curiosidad. Pero no lo haré, pues además de no poder llorar, pienso tender puentes sobre los barrancos. 
Pienso que tú, si lloras, podrías sentirte afortunad@. Como ves, a veces es más doloroso no hacerlo. En cualquier caso, espero que la mayor parte de las veces sean lágrimas de felicidad. Y espero que, si no lo son, sean lo más breves posible, pudiendo ver los motivos por los que enderezarte de nuevo y continuar, los cuales, innegablemente, siempre están ahí.

Es descarnado. Es un alivio. Pero admito que yo no lloro.

13 ago 2015

Se ruega no tocar


Como un mosquito.
Suicida.
Que vuela hacia la luz para quemarse vivo.


Fui aquel amante de fuego
que encerraste sin querer dentro de un vaso
apagando así su llama para siempre.


Hubiera gritado ayer tu amor al viento.
Y sin embargo ahora ya no puedo.
Tampoco quiero.

Acabo de quitarte el nombre en mi cabeza.
En su lugar he puesto una etiqueta
donde amenazo:

“Se ruega no tocar”.


Alberto García Aznar ♪

¡"Autoasústate"!

De vez en cuando me gusta autoasustarme. Sí, has leído bien. Me gusta asustarme a mí mismo en algunas ocasiones. Qué masoquista. ¿Acaso tiene algún sentido inyectarse horror en sangre por, aparentemente, mero divertimento?

Películas de terror, videojuegos, fotografías macabras, novelas de Stephen King y otros tantos más... Todo vale. Buscamos simplemente pasar miedo, como hobby autodestructivo. Como una prueba de fuego. Una vía para exhalar ansiedad, nerviosismo y angustia, cuyo objetivo final queda definido en sí misma.

No muchos se lanzan a caminar por la senda más oscura por su propia voluntad. Aún así, existen otros que un buen día decidieron hacer caso al tipo que dijera aquello de que “hay que vivirlo todo alguna vez”. También están los que nunca han tenido la oportunidad de asustarse de verdad. De este modo, nos colamos por el túnel de la noche y las ánimas perdidas en busca de aquel sentimiento de pavor que nuestras ilusas mentes ya no recuerdan. Es como tirarse al abismo por necesidad. Lanzarse a un inframundo nuevo para hacer turismo. Temes al coco, porque viene a comerte, y sin embargo deseas mirarle directamente a los ojos y, por qué no, escupirle en toda la cara. Y entonces todo comienza, logrando sentir eso que tanto ansiabas, aunque estés demasiado ocupado como para ponerle nombre. Estás pasando miedo y, sin saber por qué, te reconforta. Cada vez más a menudo esperas a que caiga la noche, y bajas las luces de tu habitación para crear la atmósfera perfecta.

Has conocido a los monstruos, demonios y espíritus. Y los estás aprendiendo a amar.

Ya sientes los escalofríos. Constantes y que hielan cada uno de tus huesos. Los ruidos te sobresaltan. Podría ser uno de ellos…Miras a todos los lados, inseguro, cerciorándote de que ninguna sombra de tu alrededor se mueve. Cualquier ruido podría alertarles, así que te mueves muy despacio. Y tu silencio todavía te asusta más. Y de repente te das cuenta de que te has convertido en un ser completamente vulnerable. Y es que sabes que cualquier parte de tu espalda podría ser súbitamente agarrada por la mano huesuda y sangrienta de cualquier horrible criatura. De modo que te acuestas en tu cama y haces de tus sábanas un escudo. Que te cubra hasta las orejas si es posible. Cierras los ojos, pero cuidado. ¡Si los abres tal vez te la encuentres delante mirándote con una sonrisa!

Maldita sea, necesitas ir al baño. Qué momento tan desagradable, pues desearías cualquier cosa menos salir de tu habitación. ¿Mirar hacia el fondo del pasillo? ¡Ni hablar, qué horror! Y no se te ocurra pensar en los espejos, pues quién sabe si el tipo que vive dentro pudiera cobrar vida propia…

Y al final, lo quieras o no, resulta que te encanta. Es algo sensual, intrigante y misterioso. Es la mejor forma de vivir la oscuridad, de sentir el lado más odiado de las noches. Y aunque todo haya sido imaginado, un sueño inducido, lo has temido como si fuese un miedo real. Sabes que nada de eso existe, pero recreas situaciones. “¿Qué pasaría si este muñeco de porcelana se levantase ahora? ¿Y si dos ojos blancos me mirasen al fondo de mi cuarto? ¿Y si…?” “No, cállate. Otra vez no.” Pero terminas la frase y vuelves a jugar a la casa del terror.

 
Para pasar miedo, ante todo no debes tener miedo.

1 ago 2015

Lisonjas y palabras bonitas

Parecían resolver toda situación desfavorable a base de lisonjas y palabras bonitas. Hasta que, con el tiempo, llegó el día en que se dio cuenta de que todo aquello que le había dicho era solo eso, un conjunto de palabras que sonaban de manera preciosa. Y que, cada vez que eran pronunciadas, ocultaban tras de sí el filo de un inconmovible sable.

Micro-Cuento #2 - Aire

Acabó enamorándose del gélido aire que atrapaba
con sus abrazos dirigidos hacia ninguna parte.

Algo tan bello como...

Algo tan bello como una gota de sangre deslizándose hacia abajo por el filo de un puñal.

IV Taller de Escritura Creativa en Tarazona - [Día 2: Foto-poema]

He aquí una de las técnicas que más interesantes me resultaron en cuanto a buscar inspiración para crear un poema. Realmente es muy simple, pero puede dar lugar a una infinitud de posibilidades creativas. No es otra cosa que tomar una foto, la que prefiramos, y escribir una poesía a partir de ella. Desde luego jugar con las palabras a partir de lo que vemos en una imagen estática puede llegar a convertirse en algo muy profundo, a la par que divertido.

He aquí la imagen sobre la que me tocó escribir mi foto-poema.


***
"Oscuridad circundante,
que me abraza"
Aquella travesía.
Infinidad nocturna.
Oscuridad circundante,
que me abraza.
Allí donde mi soledad se sentía cómoda.

Lloran mis huesos con cada paso.
Mutilados por este frío de indomable.
Gélida es toda hora en esta calle.
Aunque, qué curioso, estamos en julio todavía.

¿Y ustedes?
Señoras incandescentes.
¿Qué desean?
¿Por qué están apuntando hacia mí
si aquí soy yo en único transeúnte
y no necesito luz en mi camino?

Bien pudieran apagarse.
No deseo que me miren
bellos ojos de cristal.
Si al destino llegaré, pues no queda ya salida.
¿Para qué un acompañante necesito?

-

Adoquinado aún húmedo
por la sangre de las historias del pasado.
Esas que entonces contaron
espectros y fantasmas invisibles.

¿No los ves, amigo? ¿No los ves?
¡Acaban de saludarnos!
Un momento, ¿yo a quién hablo
si tú no me estás leyendo
y con nadie estoy andando?

-

Dulce y tímida sonrisa.
La que se distingue entre la niebla.
Sádico espejismo de la noche,
¿Por qué te dedicas a jugar conmigo?

Ahora ya no siento paz.
Solamente siento miedo.
Maldita sea.
¿Quién me mando a mí pasar por esta calle?

Ah, sí. Fue mi corazón.
Si pudiera castigarte...
Aunque ya te la jugaron demasiado.
¿Para qué seguir y torturarte?
Mejor encuentra la paz
con estas ánimas amables,
mientras yo, intolerable,
me quedo charlando aquí con este árbol.

IV Taller de Escritura Creativa en Tarazona - [Día 2: Poesía a partir de un paseo]

En este segundo día del taller pudimos disfrutar de un más que agradable paseo por las calles de Tarazona. El objetivo de esto sería encontrar, en los rincones de nuestro amable pueblo, una inspiración más para escribir poesía. Una inspiración más viva y dinámica que cualquier otra.
Para mí, fue una experiencia sobrecogedora. Me di cuenta de que, mirando las cosas con otros ojos, con ojos de poeta (si se les puede llamar así), todo se vuelve diferente. Incluso el lugar donde has estado toda tu vida.

***
Hace tanto tiempo que vivo en tus brazos
y jamás te pude ver de esta manera,
Tan distinta, tan sincera, tan amena.
Puede que yo antes estuviera ciego.
Pilares maestros de tus confluencias.
Ladrillos que guardan historias de vida.
Cuán indescriptible tu ser parecía
tan pronto como decidí pararme a verlo.
Me has mirado hoy a los ojos, y he pensado
que no quiero recordar todo esto.
Que prefiero reescribirte en mi trayecto.
Sentir de nuevo esa divinidad tuya.

IV Taller de Escritura Creativa en Tarazona - [Día 1: Relato corto]

En su charla sobre narrativa, el ilustre José Luis Corral nos encargó escribir un relato corto, de entre cuatro y ocho líneas. Al igual que con las poesías, debí venirme arriba y a falta de un relato escribí tres.

I.

El veterano comisario se despertó en su apartamento de Madrid, en medio de un penetrante hedor a Bourbon. Su dolor de cabeza era tan fuerte que no dudó en echar mano de su petaca para poder olvidarlo, siendo fiel a la costumbre, por supuesto. Se olvidó de la resaca de la misma forma que se había olvidado lo que hizo la noche anterior. Además del porqué. La ignorancia de todo aquello no parecía importarle, pues no mostró intención alguna de devolverlo a su memoria.
Hasta qué, de pronto, vio la carta de Gloria encima de su mesa. Releyó impotente aquellas punzantes líneas, mirose las manchas de whiskey en su camisa y, sin titubear, arrojó la petaca con fuerza hacia la pared. Había hallado la fuente de todos sus problemas.

II.

Desde que en aquella calle, repleta de hogares de miseria y tascas de mala muerte, abrieron el "Jazz Night Club", nada volvería a ser lo mismo. La travesía pareció haber adquirido un aura especial, de un depresivo misterio que la hacía extraña e interesante. Todas las noches, hasta altas horas de la madrugada, permanecía encendida una luz tras la ventana del nuevo establecimiento. Aunque, en contradicción a su nombre, el "Club" solo abría por la tarde, un indescriptible y ahogado sonido se extendía por la pasarela. Como parecía una canción triste, los lugareños decidieron bautizarla popularmente como la "Avenida de las baladas". Y no era para menos, pues esa música que se escuchaba era, efectivamente, el producto de las horas extra que invertía el pianista del garito, en las que trataba de consolarse con un vaso de ron y cien notas musicales.

III.

Víctor acababa de experimentar el mayor ataque de furia jamás vivido. Una furia retrodirigida, autodestructiva y voraz que le hizo romper con toda clase de vínculo que entonces tuviera con su alrededor. Tuvo suerte de no destruir el vínculo que le unía consigo mismo, aunque pendía de un hilo en llamas.
Así, se vio a sí mismo a las dos de la madrugada en el bosque cercano a su casa, corriendo sin descanso y esquivando todo obstáculo con la gracilidad de un murciélago. Su puño derecho apretado, a punto de explotar, como encerrando dentro una bomba de relojería que acumulara toda su rebeldía. Mostraba una mirada más propia de un monstruo sanguinario y sediento de sangre que de la de un ser humano. Tal vez fuese en eso en lo que se había convertido, más si cabe al ver su negro corazón invadido por aquel supuesto odio.
No obstante, para cuando se quiso dar cuenta, Víctor se encontraba tumbado boca arriba, viendo solo una parte de la luz de la Luna de reojo. Entonces, un furioso lobo se le acercó. Tenía los ojos rojos, con una mirada que penetraba en el chico haciéndole sentir insignificante. Su imparable mordisco fue directo al cuello. Justo entonces fue cuando Víctor se despertó de su más enriquecedor sueño.

Después de esta experiencia, Víctor ha vuelto ha ser Víctor, pues el lobo le hizo ver por qué vivir.

IV Taller de Escritura Creativa en Tarazona - [Día 1: Coplas]

[En este mes de julio, durante los días 13, 14 y 15, el pueblo de Tarazona acogió su IV Taller de Escritura Creativa. Una oportunidad de aprender, de conversar, de intercambiar conocimientos, de pasar muy buenos ratos y, sobre todo, de dejar volar nuestra mente para plasmar después su viaje en unas cuantas líneas.
Para mí, esta vivencia ha sido sensiblemente maravillosa. Fue una fascinante oportunidad para conocer, conversar y aprender con experimentados escritores que se entregaron en cuerpo y alma para hacer de este taller una experiencia profundamente enriquecedora. Además, una oportunidad para compartir, reír y conversar con nuestros compañeros. Personar realmente agradables con quienes compartíamos un nexo de unión, el amor por la palabra escrita.
Estos tres días pudimos descubrir técnicas y aspectos sobre poesía, narrativa, novela histórica, literatura en la red, etcétera. Todas ellas, como ya he dicho, de la mano de admirables profesionales a quienes quiero mandar mi más cariñoso agradecimiento. Éstos fueron, Manuel Martínez Forega y José Luis Corral, como anfitriones, además de Luisa Miñana, Alejandro Corral y José Calvo Poyato. Fue un verdadero placer poder haber contado con su presencia y con su sabiduría, además de con la de todos los compañeros. También me gustaría agradecer al Ayuntamiento de Tarazona el haber hecho posible un taller como éste, recordándole que, efectivamente, la agenda cultural es tan importante como cualquier otro aspecto en la administración de una sociedad.
Dicho esto, en las entradas siguientes me dispondré a compartir nuestros “deberes” del taller. Y es que no estuvimos exentos de poner en movimiento nuestros bolígrafos, pues cada día nos iban mandando escribir pequeños chispazos en los que practicar lo tratado en las charlas. De este modo, aprovechándome de que tengo este blog, compartiré todo aquello que escribí en aquellos inolvidables días.]
_____________
 
El primer día del taller, en la charla sobre poesía, Manuel Martínez Forega nos encargó escribir una copla, es decir, una estrofa de cuatro versos octosílabos con rima asonante en los versos pares. Por no dejar sola a mi copla, algo me dijo que debía darle algo de compañía, así que escribí siete, no sé por qué.
 
 
***
 
Es mi única manera.
Pero yo aún así no puedo
arrancarme el corazón
para escribirle un soneto.
 
***
 
Hábito de mi interior.
Nocturna pasión ferviente.
Sencilla autodestrucción.
Tal vez alarma inminente.
 
***
 
Balada en Luna brillante
sobre fondo azul cobalto.
Ella presente en la danza
del por fin amor sellado.
 
***
 
¡Ocúltate! ¡No les dejes
que tu mente blanca invadan!
Es de noche, no es seguro.
Los demonios hoy escapan.
 
***
 
A veces me he preguntado
si al cielo tú mirarás.
Pues cuando me haya marchado
diré: ¿me recordará?
 
***
 
No pude bailar contigo
por lo que he de conformarme.
Bailaré con los espectros
que han venido a visitarme.
 
***
 
Tengo mucho miedo al lobo.
Cambio siempre que aparece.
No sé quién soy, no me encuentro.
También define mi mente.

9 jul 2015

LSD de nueva generación

¿Quién dijo que hacía falta droga? Por fin parece que alguien descubrió que no era necesario pagar por tu suicidio cuando lo que simplemente necesitas es sentir intensamente. Experimentar. O re-experimentar en algunas ocasiones. Más bien fue descubierto por sí solo. Por todos aquellos que decidieron abrir la puerta de la jaula dejando que vuelen los canarios, alzándose al cielo para llegar hasta las nubes.

Sentimientos casi puros que no entienden de biología tanto como del poderío de la mente. Que pueden aflorar a la superficie de su océano con meras palabras. ¿Con palabras? Sí, compañer@. Con palabras. Parece mentira que unos entes tan insignificantes en apariencia hayan podido convertirse en auténticos puntos de inflexión en el fluir del cerebro. Meritorias desde luego de un cartel de “alto voltaje cerebral”.

Que se lo cuenten a ese joven poeta. Aquel que gracias a su amada dio consistencia a tantos de sus versos. Ese al que el más mínimo pensamiento sobre su chica era capaz de pegarle a su máquina de escribir durante toda la noche para poder exhalar misteriosos sonetos de amor que solo ella entendería.

Que se lo digan al escritor que fue capaz de revivir su infancia al tiempo en que escribía su melancólica obra en la que un triste muchacho debía abandonar su vida y mudarse a la gran ciudad. El mismo que derramó sus lágrimas sobre el teclado del ordenador al tratar de relatar sus divertidos encuentros jugando a balón prisionero.

Preguntadles a tantos lectores que han cerrado sus tomos presas del miedo. O a quienes han emborronado la palabra “fin” con una lágrima. A los que han viajado sin billete a lugares insospechados, bien sea el desierto de El alquimista o el bosque de Colmillo Blanco.

Y no cabría olvidar a aquel noctámbulo individuo que, como si por arte de brujería se tratara, fue capaz de sentir ese tacto primerizo, esa pequeña corriente eléctrica, el escalofrío… que experimentó cuando dio su primer beso, todo ello mientras terminaba de escribir la entrada de este blog en la que trataba de definirlo con filigranas diversas.

Y es que, si de algo estoy seguro, es que el mero hecho de escribir algo, lo que desees, puede hacerte saborear sensaciones que ni llegaríamos a imaginar. Y es que cuando empuñas tu bolígrafo, teclado o estilográfica, puedes inmiscuirte en la guarida de tu mente y ponerte a jugar con ella. Y cuando juegas contigo mismo en ámbitos cercanos al subconsciente, puedes desencadenar su poder, pudiendo generar un momento único. Personalmente, ayer escribí varios borradores de textos un poco extraños, y ahora acabo de escribir una poesía (o de al menos intentarlo). Y cuando estaba ya a punto de terminar el documento mi pulso mantenía una frecuencia que asustaría a cualquier licenciado en medicina, así exagerando. De hecho me está incluso asustando cómo he empezado a sentir una dulce presión en el lado izquierdo del pecho con sólo volver a acordarme de esto, de ella (Ups, me voy del tema). Aún recuerdo el nudo en la garganta de cuando ardía escribiendo cierta carta para nadie, y he de admitir que me echaba a la cama con verdadero pánico cuando me dio por llevar mi mente y mi teclado a pasear en plena noche por aquel camino cuanto menos intrigante. Durante mis nocturnos períodos de escritura, sin moverme del sitio, he llegado a adentrarme en experiencias que a veces pueden volverse indescriptibles, casi inconscientes, aunque lo que estuviera escribiendo al final fuese a quedar en nada. Podría ocurrir algo similar con la música, el cine, imágenes… Pero no es lo mismo. No es ni superior ni inferior, simplemente es diferente. En este caso, lo que siento al escribir no sería capaz de igualarlo, y desde luego lo recomiendo a todo el mundo. Da igual que sepas usar muy bien las palabras o no, simplemente interactúa con tu mente y redacta algo. Es fantástico. Un cromatismo de la percepción dentro de la mente que puede encarnar de lo más brillante y colorido hasta lo más oscuro incluso de nuestro ser.

Así que, ¿quién necesita subidones con narcóticos cuando los tiene tan a mano en forma de letras? Tal vez la escritura sea una nueva generación de LSD… Al menos en mí ya se ha ganado ese puesto. De momento hoy estoy abrumado, y creo que hasta entumecido. Voy a parar a ver si me pasa el “colocón”.

28 may 2015

23 abr 2015

Sueño y Trance - El paseo

Anoche, sin razón aparente, decidí salir a caminar. Probablemente lo hiciera por liberar el cielo de mi interior de este cúmulo tormentoso de pensamientos. Tal vez solo fue un simple capricho, o quizá pudo deberse al sueño. Sueño al que le sumaba últimamente el no querer dormir por la a veces falsa creencia de que se puede combatir el fuego con fuego.

En cualquier caso, salí a pasear.

Estaba oscuro, tanto como para no poder ver ni por dónde discurrían mis pasos. En ocasiones sentía las plantas de mis pies como andando por encima de unas brasas incandescentes. En otras, como si caminase por encima del agua como hacen los magos de hoy en día. Pero no quería encender la luz. Me sentía bien. No quería arruinarlo con la triste bombilla del flash de mi teléfono.

Había mucha calma. La noche estaba dormida, aunque roncaba de vez en cuando para el deleite de los amantes de lo rocambolesco. De repente, escuché tu voz helada tras de mí. Llegaba rauda, incontrolable, como si un dulce escalofrío me estuviera recorriendo la espalda. Qué curioso, se parecía al que conseguían generar en ella tus finos dedos índice y corazón. Sentí miedo, porque sabía que estaba solo, y darme la vuelta sería una tontería, dada la nula visibilidad de aquella cerrada noche de mayo. Realmente estaba a merced de todo lo que hubiera a mi alrededor. Era una vulnerabilidad absoluta, como si fuese en ese momento el más débil de los seres, aunque estaba disfrutando de ello, nunca me había sentido de esa forma.

Los monstruos del bosque me miraban tras los arbustos, lo sé. Acechando con sus lagrimosos ojos, esperando la más leve oportunidad para salir y hacer Dios sabe qué. Los árboles me observaban también. Cada uno de ellos me susurraba algo distinto al pasar a su lado, aunque ya no recuerdo sus mensajes. Sólo sé que aquellos arces, hayas, abedules y demás convecinos no decían más que cosas bonitas. Y mientras ellos hablaban, lirios y azucenas dormían sonrientes, parecía que me estaban recordando que debía volver a casa, echarme a dormir y dejar de delirar entre aquella plácida cordura. Pero seguí adelante.

Bellísimas eran las notas musicales que comenzaron a sonar desde todas las direcciones. Su sonido difuminaba el de mis pasos y parecía como si me hubiera convertido en un flotante espíritu. Era un sentimiento maravilloso. Tantos sonidos al mismo tiempo que parecían fundirse en uno solo haciendo de la noche la más bonita orquesta sin sentido jamás escuchada. Pude discernir, entre muchos, el timbre de una flauta oriental, una guitarra suavemente punteada, un tétrico contrabajo o el animoso chasquido de las semillas en el interior de dos maracas. Pero me resultó imposible hallar su origen, tampoco me paré a buscarlo. Al momento, aquellos aleatorios sonidos se ordenaron y se convirtieron en canciones, algunas de ellas desconocidas, pero resultó que había otras que formaban parte de mis favoritas. Quienes tocasen esos sonidos parecían conocer mis gustos al dedillo, qué coincidencia. O quizá no. Tal vez mi mente los interpretaba como tal. ¿Me estaría volviendo loco? Qué más da. A lo mejor, y eso que yo solo había salido de paseo...

Pasaron ya bastantes minutos. No sé cuántos. No llevaba reloj y mi concepción del tiempo se había quedado atrofiada. Empecé a notar cómo se descomponía cada uno de mis huesos al penetrar en aquella corrosiva niebla que había aparecido sin avisar. Era tan densa que incluso sentía el tacto esponjoso del algodón de azúcar en el interior de aquella nube con los pies en la tierra. Parecía demasiado bonito para lo que vino después. Apenas unos metros de llano camino se convirtieron en casi un viaje en montaña rusa que no se asemejaba para nada a un parque de atracciones. Y es que aquella niebla poderosa la tomó conmigo. Sus gotas de agua se convirtieron en agujas impregnadas de veneno. Todas venían a por mí, pero no me hacían daño. Qué alivio, y a la vez qué horrible. Noté sacudidas, tremendos golpes, certeros al estómago que inexplicablemente no me producían daño alguno. Y qué mareo. ¿Me había suspendido aquella nube cabeza abajo? No me dio tiempo a comprobarlo, parece que se pasó, menos mal. El estado shock en mí era innegable. Yo ya no pensaba, para qué. Sólo podía sentir. Casi era lo mejor, en esos instantes tan esotéricos. Y lo primero que sentí fue alivio, al ver que el camino volvía a ser llano, recto y sin obstáculos. Aunque eso hubiera sido demasiado pedir.

Sí, era mayo. Y yo temblaba. Como si un hechizo demoníaco me provocara convulsiones en cada músculo. del cuerpo Pero no hacía frío. Pudo parecerse al temblor de la primera vez que me diste la mano. Pero sin río, sin parque y sin farola. Tampoco sin ti, solo con la noche, así que no pudo ser eso, aunque su silencio y el tuyo fuesen semejantes a veces. El miedo parecía estar sustituyendo a mis glóbulos rojos, porque fluía por mis arterias casi más que mi propia sangre, y yo ya había dejado de sentirme seguro en aquella situación. Volví a escuchar cadavéricos sonidos, de animales, chasquidos de hojas y ramas, notas sueltas y el fluir de un riachuelo de sangre con origen en una herida desconocida. Aquellos sí los recuerdo, porque ya me encontraba alerta, hiperventilando, temiendo por mi vida y deseando volver corriendo. Pero sin dar un paso atrás, no sé por qué razón.

No me había tropezado en ningún momento en mis andares, y tal vez por el pavor que sentía comencé a dar tumbos como uno de tantos ebrios que salen de una discoteca tras una fiesta de fin de curso. Podría decir que mi mente retrocedió en el tiempo, puesto que volvía a sentir el miedo a la oscuridad , el mismo que había perdido ya al salir de la niñez. Me di cuenta de que era aterrador, más de lo que de niño yo pensaba, y se manifestaba incluso como algo tangible en los soplidos del viento temeroso que se colaba por mi camiseta. Extendí las manos, porque ya no me fiaba de mis pasos en aquel invisible mundo. No tocaba nada, lógico. Bueno, sí. Aquella mano. Cómo me agarró, aún lo siento. Su tacto era fino, terso y agradable. Sólo me sujetó la mano derecha y me acompañó unos metros, cariñosamente, como si me quisiera llevar a un lugar secreto. Sin ningún tirón propio de película de miedo, aunque la inoportuna sorpresa fue casi lo que yo más temí. Menos mal que, sin dejar rastro, se marchó. No se había presentado, qué maleducada. Una oscura máscara de crepúsculo delataba tanto su miedo como el mío.

Aquella experiencia tragicómica estaba volviéndose demasiado grotesca para mi gusto. ¿Dónde estaba ahora? ¿Era el infierno, el cielo, o tal vez solo el camino cercano a mi casa? No lo llegué a saber ni cuando la luz de una esperanzada aurora se encendió sobre mi cabeza. Pero qué importaba, aquellos colores eran preciosos. Afortunadamente, me tranquilicé un poco. La noche se iluminaba ahora, se encendieron miles de lámparas en el cielo, por todas partes, hasta tener la sensación de estar caminando sobre esa cúpula estrellada. La paz volvía a reinar en entre la convulsión de aquel sendero. Todavía era una paz tensa, pero gracias a las nubes pocas nubes que había ahí arriba me relajaba. Gracias a la luz Luna las podía ver, aunque he de admitir que ella acabó adueñándose de toda mi atención. Sorprendentemente, los bordes de aquel camino se iluminaron con una infinita hilera de voluminosas velas a cada lado. Parecían querer sumarse también al espectáculo de luces y colores del cielo. De hecho, podía incluso sentir su calor acariciándome el cuello. Cualquiera habría pensado que aquello era algo satánico de lo que huir, aunque a yo me sentí contento. Quizá sea porque siempre me ha gustado el fuego, pero las disfruté muy poco tiempo, pues como todo en esta vida, terminaron por apagarse. Nada dura por siempre, ni siquiera en aquella noche irracional.

Algo me decía que estaba llegando al final de mi viaje. Por tanto, me armé de valor y de confianza, y caminé con decisión. Pisando fuerte, como si quisiese resquebrajar el suelo que me sostenía. Posiblemente hice ruido, pues los monstruos se despertaron. Y las voces, y las nieblas, y los fantasmas. Se despertaron las llamas, los sonidos, los vientos y el frío. Todos a la vez, con un rugido ensordecedor. Estoy convencido de que jamás viviré una experiencia tan desconcertante. Estaba horrorizado, deseoso de que parase aquella tortura de sensaciones. Grité, desgarrado, pidiendo clemencia. Y, curiosamente, dicho y hecho. Vuelta a la calma y a la oscuridad, que nadie me pregunte cómo. Todo había acabado, y de ahí a un rato ya no escuché nada, ni vi nada, ni noté nada extraño. Qué alivio, aunque a esas alturas algo un poco raro. Aquella incoherencia tan vital era lo que mantenía activo mi deseo suicida de seguir descubriendo ese lugar. Y es que algo me decía que ya no estaba cerca de casa. Aunque bueno, creo que ya parecía algo evidente. Pero ahora que había terminado todo, ¿Qué me esperaba?

Cada paso parecía ahora hacerme avanzar más, sin saber hacia dónde, llevándome a mi destino. Y así fue. Llegué. ¿Adónde? Ni idea. Pero lo supe, puesto que aquel camino ya no generaba absolutamente nada como lo anterior. Habían cesado los espejismos en la oscuridad que, o tenebrosos o incluso divertidos, estaban dándole emoción a este viaje. Ya no quedaba nada. Ninguna sensación, silencio, como si hubiese salido de aquel bello trance para dar paso a la situación más vacía y externa a él. Para dar paso a aquella plácida muerte sosegada.

13 abr 2015

El primer beso

Curioso momento. Sí, creo haber hallado el adjetivo que mejor lo define.

Es sin duda una experiencia sobrecogedora. Un instante de tiempo ínfimo que resulta inverosímil que pueda almacenar esa colosal cantidad de sensaciones. De sentimientos. De liberación. De comienzo y de incertidumbre. Pero lo hace, vaya si lo hace.
Es algo nuevo, pero deseado con anterioridad. Ansiado a veces con locura, aunque quizá a la vez nos haya dado miedo. Algo incapaz de recibir un no por respuesta.

Aunque llegados a  una edad lo andamos buscando, nunca da pistas de su llegada. Ni señales, ni posibles indicios. El mismo Sherlock Holmes se volvería loco. Y ya cuando entra en nosotros, para nuestra alegría o desgracia, según se mire, lo hace sin llamar. Fortuito como una tormenta londinense. Un contexto que se desarrolla a nuestro alrededor sin nosotros saberlo, pero del que cuando nos percatamos ya no podemos escapar (Aunque tampoco querríamos, la verdad). Y es que cómo iba a ser posible intuirlo, o mucho menos planificarlo, si todavía no lo hemos vivido. Aun así, no es tan súbito como parece, pues nuestro inconsciente sí capta su presencia. Parece percatarse de que va a suceder algo maravilloso. Aquello que tanto nos hemos preguntado al llegar a la adolescencia acaba de volverse inminente. Entonces, increíblemente, esta oculta parte de nosotros nos hace, sin miramientos, tomar la mejor decisión posible. Apagar las luces. Cerrar los ojos y adelantarnos un paso. Dejarnos llevar. Y disfrutar.

Se produce de repente una arritmia temporal que solo de imaginarla asusta. El segundero parece que se acelera y todo lo que nos rodea se vuelve explosivo. Los nervios vibran, la sangre hierve. Los latidos del corazón se aceleran y solapan, poniendo en un apuro a los pulmones, que se plantean saltar del pecho. Manos temblorosas, el vello de punta. Toda la sensibilidad en un único punto de la cabeza. Qué exótica sensación. Ya casi sentimos placer sin contacto. Queremos que pase ya, pero también tenemos ganas de salir corriendo. Nos da miedo. Un casi erótico miedo.

Y al fin, sin más dilación, ocurre. El abismal milímetro que separa los labios de ambas personas se comprime hasta volverse nulo. Ambas bocas se juntan. Y el tiempo se para. Qué frío. Es raro. Como una pequeña descarga eléctrica en el labio inferior. Las películas estaban equivocadas. Entramos en un estado totalmente irracional, que escapa de los límites de todo lo que habíamos conocido hasta entonces. Tan ardua es su descripción que es imposible concebirla en nuestra mente, sólo puede vivirse. A continuación, nuestra mente regresa por millonésimas de segundo.

“¿Qué está pasando? ¿Es esto real? ¿Es éste el tacto? ¿Y a qué sabe? ¿Qué estará pensando? ¿Por qué? No me lo esperaba así.” Qué difíciles respuestas, mejor déjalas para luego y disfruta ahora.

Y vuelve a correr el reloj. Sin saber por qué, una chispa aparece de la nada para interrumpir lo que sería un largo y bello momento. Ambos se separan sin saber qué ha pasado. Se miran, se sonríen. Algo nuevo ha comenzado para cada uno. ¿Para ambos juntos? Quién sabe. No podemos contener tantas emociones a la vez en ese momento. Estamos tan abrumados que nos darían ganas de gritar como si tronara el cielo. Y sin embargo, dejamos que se inunde de ellas nuestro cuerpo. Como he dicho, nos ha gustado.

Quizá tras este primer beso se sucedan otros muchos más. Puede ser. De lo que esto seguro es de que aunque lo parezca no es precisamente un momento bonito o placentero. Uno puede llegar a apurarse bastante, pero hay que admitir que merece la pena. Merece la pena este instante gélido, fugaz, casi imperceptible. Rodeado de nervios y de rabia por las ganas de amar, de temor e incluso deseos de llorar. Que se liberan. Ha sido tan místico, tan extraño… Algo raro. Algo curioso.

 

9 abr 2015

Estudios, empleos y alentadores por doquier


Me encuentro en el que para muchos jóvenes es posiblemente uno de los momentos más complicados de su vida. El de elegir una vocación estudiantil, bien sea un ciclo de grado superior o una carrera universitaria. En mi caso, tras diversos descartes y meditación sobre el tema, tengo la más que reafirmada voluntad de estudiar un doble grado universitario de Periodismo y Comunicación Audiovisual, si el devenir del futuro se desarrolla según lo esperado. Perro imaginad mi sorpresa cuando, al decírselo a diversas personas de mi entorno más cercano, me contestan casi sin dejarme terminar con la tajante frase: “Te vas a morir de hambre.”

Maravilloso. Parece que esta elección es algo que admiro, en lo que me entregaría y pondría un gran empeño, y que por tanto me ayudará a ser más feliz en mi trabajo. Por tanto, se supone que una persona cercana y con cierto tacto debería apoyarme, alentarme a seguir adelante sin rendirme para dedicarme a lo que más me guste. Pero no. Simplemente se encarga de intentar bombardear toda tu fe en el futuro laboral con la intención de, según dicen, “abrirte los ojos”. Un gran aplauso por tu altruista gesto, menos mal que no te hago caso.

Te alegrará saber que esa “luz” que me acabas de proporcionar ya estaba ahí mucho antes de que llegaras, no me has aportado nada nuevo. No he nacido ayer, estoy bastante informado y creo que conozco parte de lo que ocurre ahí fuera. Sé que es un oficio menos común, pero no te confundas. Igualmente puede morir de hambre un técnico de radio como un ingeniero, un periodista, un abogado, un químico o un fisioterapeuta. ¿Acaso no están marchando miles de españoles, médicos e ingenieros por ejemplo, al extranjero al no encontrar trabajo en España? ¿O es que acaso el paro juvenil español no estaba en el 50,7% a inicios de 2015? No creo que entre tantas personas no haya ninguno del grupito de los de los que “tienen más salidas”.

Oportunidades laborales puede haber por exceso y por defecto en todos los gremios; nadie termina de estudiar con su vida laboral resuelta.

Así que, querido/a alentador, te sugeriría que por un lado pensases antes de hablar, no vaya a ser que por casualidad estés acuchillando la moral de quien tienes delante. Mira a tu alrededor, ya que no todo es tan bonito como crees para unos y tan horrible para otros, hay de todo y para todos. Por otro lado, mi recomendación más sincera de que te dediques a abrir tu mente. Ten un poco más de aprecio hacia aquellos a los que consideras “bohemios”, porque no solo ellos son quienes pueden estar perjudicados, ni sólo los médicos e ingenieros son quienes se ponen las botas. Estos bohemios también pueden encontrar trabajo, y el oficio de un artista, realizador de televisión, escritor o filósofo es tan digno y respetable como los demás.

Tal vez me muera de hambre, o tal vez no. Pero desde luego pienso que lo que tal vez esté muriendo ahora mismo es una parte de tu conciencia.

16 mar 2015

Súper poderes

Si alguna vez nos preguntasen qué súper poder nos gustaría tener, estoy convencido de que todos tendríamos una respuesta. Y es que existen cuantiosas posibilidades donde elegir. Invisibilidad, fuerza sobrehumana, poderes ígneos, gélidos o acuáticos, leer las mentes o mover objetos con la nuestra, etcétera.

Mi favorito de entre todos ellos sería poder volar. Tal vez no sea un súper poder con el que se pueda salvar el mundo de una catástrofe nuclear o evitar que una ciudad sea arrasada por un monstruo maligno gigante... Sin embargo, con esta  habilidad tan simple podría llegar a ser todavía más feliz si cabe. Me parece algo maravilloso.
Si pudiera volar no dudaría en viajar a cualquier lugar del mundo. Desde las frías tundras de Canadá hasta las abarrotadas calles de la India. Pasando por emblemáticos lugares como la imponente Plaza Roja en Moscú, la soberbia torre de Tokio, el inmenso Central Park neoyorquino o el colorido Caminito de Buenos Aires. Podría observar nuestro planeta y su naturaleza en su máximo esplendor. La Amazonia, el Everest, la Antártida... Así hasta que, abrumado por tantos bellos lugares pudiera pararme, subir bien alto y mirar a mi alrededor, apreciando entonces lo aparentemente insignificantes que somos ante un paisaje tan grande y bello.
Me encantaría poder sentir el tacto de las espesas nubes que tan bellas me resultan desde aquí abajo, y poder sentir la lluvia en mi cuerpo directamente donde ésta nace. Sería divertido saludar a los pasajeros del Boeing 747 con destino Madrid a través de un ventanuco, o entremezclarme con organizados bandos de grullas o gaviotas, entablando una graciosa y sin duda extraña conversación.
Podría visitar a mi familia y amigos allá donde estén, o incluso acudir al encuentro de aquella persona especial para darle una sorpresa.
Tampoco dudaría en usar mis poderes para hacer el bien, obviamente, pudiendo prestar mi ayuda a todo aquel que necesitase llegar más alto de lo que pudiera.

Me fascinaría poder volar. Poder viajar a cualquier lugar, ver todo desde esa nueva perspectiva, observar la inmensidad de la Tierra y respirar, respirar el aire puro pudiendo meditar en total soledad, con las nubes y una preciosa vista.
Sería genial poder tener nuestro súper poder preferido, ¿verdad? Lógicamente, no podemos disfrutar de ellos, aunque más de una vez lo habremos deseado.

Por desgracia, no podemos coger y salir volando, pero sí que existe una parte de nosotros que puede hacerlo.  Y esa parte de la que hablo es nuestra imaginación.

22 feb 2015

Carta de amor para nadie que jamás escribiré.

Parece mentira que me haya atrevido a decirte esto. Y es que sabes bien que enunciar esta clase de palabras me cuesta la vida, digamos que no estoy hecho para esto. Pero finalmente me he decidido a escribirte, hay algo en mi interior que me está obligando a soltar de golpe todo lo que siento por ti. A exhalar todos mis sentimientos reprimidos como si fueran el humo de un cigarrillo, una última calada que puede estar augurando un "para siempre" o un "nunca más".
Por un lado me cuesta decirte esto, pues nos conocemos desde hace ya algún tiempo y tengo el más que claro presentimiento de que estas palabras me acabarán dejando todavía más lejos de ti. Puede que acaben rasgando nuestra amistad, si así puede llamarse, desgarrando en consecuencia mi interior. Pero por otro lado siento que si no lo hago, guardarme esto durante toda la vida no supondrá más que un apagado recuerdo de lo que pudo haber sido y nunca fue.

Supongo que lo primero que te voy a decir resulta evidente, y es que cuando te vi me resultaste la persona más bella que jamás había tenido ante mis ojos. Me enamoré perdidamente de ti, y sí, he de admitir que fue por tu parte física, aunque actualmente casi parece que esto no se pueda hacer. Pero qué opción cabía, si la primera impresión que me llegaba de ti era algo tan hermoso. Recuerdo claramente el desplazamiento de tu cabello, la expresión más bella y pura del movimiento que jamás habrá visto la naturaleza.
También la primera vez que te vi sonreír, en la que te vi desde lejos y casi se detuvo mi corazón, o la primera vez en que te pude dar la mano y sentía por dentro que no quería soltarla jamás. Tu voz, un sonido tan bello que hasta el mejor coro de pajarillos sentiría envidia. O el brillo en tu mirada, tan sincera, tan amable, tan inspiradora... el mejor complemento para tu tez fina y tan bien proporcionada, igual el resto de tu cuerpo.

En resumen, adoraba cada centímetro de ti. Y no solo por fuera, porque resultó que a medida que te fui conociendo me fuiste enamorando cada vez más, inexorablemente. Y todavía sigues haciéndolo. Tu personalidad es única, tus gustos, tu forma de ser, visionaria, divertida y creativa, con ansia de libertad y aprecio a quien te rodea, y además con ese misterio que creas a veces. Todo ello y aún más que podría decir me hacen querer llegar aún más a ti, por imposible que sea. Me gustaría poder ver qué hay en la profundidad de tu pensamiento, el cual tanto adoro desde fuera y que seguro que es algo sorprendente desde dentro. Y es que tú eres sorprendente, impredecible, bella en cada acción. ¿Y tus defectos? Ninguno. Los hay, como en cualquiera, pero forman parte de ti, y por ello los aprecio tanto como a ti misma.

Me gustaría poder abrazarte por siempre en este momento, te daría el beso más emotivo que jamás se hubiera visto... Querría pasar contigo mucho más tiempo del que creo, intentando descubrir juntos qué es el amor si es que existe, caminando hasta llegar más allá del horizonte. Sería tu más fiel amigo, tu ayuda en todo momento, y una llama incandescente de pasión y cariño. Me esforzaría por hacerte sentir la chica más afortunada del mundo. Y es que te mereces el mejor de los amantes, sea o no yo, y haría lo posible por serlo día a día, siempre leal, siempre queriéndote, siempre a tu lado.
Queda demostrado que te quiero. Eres belleza indomable, un fuego que hiela, ¿la chica perfecta? es probable.

Bien, tal vez ya es suficiente, no quiero aburrirte. Pero que sepas que esta será probablemente la "carta de amor" más sentida que jamás nadie me volverá a ver escribir, siéntete afortunada porque sea para ti. Y es que mi ansia de romance, cada vez más impotente y mutilada, puede que haga imposible que un hecho así se repita. Así pues, espero que te gusten estas tal vez efímeras líneas, y espero que puedas comprender algún día lo que yo siento por ti.

Sin embargo, sé que no lo harás. Sé que no vas a leer esto, ni podrá rasgarse tampoco nuestra amistad. Sé que jamás vas a quererme, jamás te percatarás de que siempre he estado ahí, por ti.
Nada.
Todo lo que he escrito se queda sin valor, sí, y no faltan razones.
De hecho con una basta.
Y es que tú no existes.
Nunca has existido, amor de mi vida, damisela de mis sueños. Pudiste haber sido, pero resulta que jamás vas a ser.
Nunca.

Y esta es mi carta de amor dirigida a nadie, que no escribiré nunca; y que simplemente arderá para desaparecer, en unas ascuas que se van esfumando lentamente a cada segundo.

27 ene 2015

Vive en el presente

Nuestro pensamiento es algo realmente asombroso. En un instante, puede llevarnos a un momento del pasado para poder vivirlo otra vez; o imaginarnos a nosotros mismos en una situación del futuro. Es algo increíble, qué duda cabe. Podemos disfrutar de algo una y otra vez, aprender de experiencias, o planificar nuestros próximos movimientos. Es como si nuestra mente fuese una máquina del tiempo.

Parece fascinante, ¿verdad? Tantas posibilidades a nuestro alcance... Casi infinitas. Y sin embargo, pueden convertirse en uno de los mayores perjuicios para las personas. Pueden hacer que, de un momento a otro, un ser humano acabe convertido en un esclavo. Un esclavo del tiempo, de un tiempo alojado en sus pensamientos, y al que por alguna razón su mente lo acaba transportando sin dejarle salir de él.

Y es que a todo el mundo puede ocurrirle, si deja que sus pensamientos permanezcan en un cierto momento más tiempo del necesario. Esas personas pueden acabar quedando ahí atrapadas, perdiéndose lo único que realmente tienen, el presente.

El presente es el único momento que una persona puede vivir. Y esto es así porque cuando nuestro espíritu se encuentra en el presente, al igual que el cuerpo, es cuando podemos realmente vivir lo que ocurre, percibiéndolo en su esencia más pura, aun sin poder llegar a definirla. Podemos disfrutar de cada instante que pasa de forma íntegra,  completa. Colores, sonidos, el paisaje a nuestro alrededor, ideas que fluyen, una conversación... Toda nuestra mente, y por tanto toda nuestra capacidad de observación y percepción, están ahí presentes, dispuestas a contemplar con emoción todo lo que les rodea. Sientes incluso cómo fluye la energía dentro de ti, cómo estás más al tanto de todo lo que hay a tu alrededor. Te sientes más vivo, y es que lo estás.

En cambio, quien se atasca más de lo debido en el pasado o en el futuro no contemplará todo ello en su totalidad, sólo le llegará una pequeña parte, dejando de lado todo lo demás. No debes dejar que,  por la razón que sea, tus pensamientos del día a día sean invadidos por un hecho pasado, o una planificación del futuro. No debes eliminarlos, por supuesto, ya que son útiles para nosotros, pero lo que no has de permitir es que tu mente sea dominada por ellos. Pues son hechos totalmente inalcanzables. El pasado, aunque cueste afrontarlo, jamás volverá, sólo podremos en todo caso aprender de él; y el futuro es algo casi completamente incierto, porque prácticamente nada de lo que ahora imaginemos sobre él va a cumplirse de forma exacta. Quedar cautivos en cualquiera de los dos nos acabará haciendo por ello infelices, dada la impotencia que sentiría nuestro espíritu.

Así que tenemos un pasado irrecuperable y un futuro falso. Solo nos queda, como vemos, el momento presente, el único donde hay vida. Y el único donde, por lo tanto, se puede ser feliz.

Así pues, puedes pensar en el pasado, claro, recordando buenos momentos o aprendiendo alguna lección. También en el futuro, tomando alguna que otra decisión potencialmente importante. Pero nunca te alejes de tu ruta, de tu presente. En ocasiones, este camino lo perderás. Pero ahí ha de estar tu mente alertándote, para poder devolverte a él cuando sea preciso.  Tienes ante ti unas vistas maravillosas, contémplalas, no les cierres los ojos. Eres afortunad@ de poder vivir "el ahora", así que hazlo, no es difícil, e indudablemente merece la pena.

Me gustaría concluir con un par de frases hechas que llamaron especialmente la atención acerca de este tema.

"Una persona vive tan sólo un respiro."

"El ayer es historia. El mañana es un misterio. Sin embargo, el hoy es un regalo, por eso se le llama presente."

20 ene 2015

Luna ☽

Desde hace mucho tiempo siento una extraña fascinación por un cuerpo celeste al que la gente a veces no dedica demasiada atención. Hablo de nuestra vecina, la Luna. A menudo, elevo la vista hacia la brillante bóveda del cielo, y ahí está ella que, sin saber por qué, capta toda mi atención. Me quedo embobado, apasionado, con una mirada perdida con la que podría estar observándola durante horas. Es como si me atrapase, como si lanzase sobre mí un hechizo invisible que me impidiese apartar la vista de ella. Y lo consigue. Desde los tiempos de antiguas ceremonias tribales pocas palabras recibe nuestra atenta amiga, así que llegó el momento de que le demuestre mi admiración.

Luna, reina del cielo, te miro y mis ojos se sienten atrapados, y encandilada mi mente. Me conviertes en un miembro más de tu clima de hechizos, y llegado el momento, me fundo contigo. Mi pupila se torna blanca, y pasas a estar dentro de mí, formando yo parte de ti al mismo tiempo. Casi puedo imaginar lo que tú ves, como ojo de la noche, testigo de amores y de a veces su falta, de largas conversaciones, nacimientos e incluso muertes, y en general de todo lo que ocurre en este momento, considerado a veces prohibido.

Luna, te miro y me induces paz, me haces meditar, como si ansiara poseer tu eterno mirar, siempre sereno. Mi mente se vuelve introspectiva sin saber siquiera cómo, e inicio un viaje hacia mí mismo, incluso por el camino del inconsciente.

Luna, llevas desde siempre sostenida ahí en el cielo como algo divino. Aparentas ser tenebrosa, y sin embargo brillas como un diamante. Proteges con esa luz a todos los astros de este inmenso Universo, hijos tuyos y algunos discípulos. Nos proteges también a nosotros, mediando entre cielo y tierra con sabiduría. Y al final del crepúsculo te vuelves omnipotente, te conviertes en leyenda, y nos arropas una vez más, velando por nuestro onírico letargo.

Luna, esencia del Yin, astro de contrastes. Permaneces ahí arriba imperturbable, y aun así fluyes en el tiempo como el agua. Tu esotérica oscuridad te hace misteriosa, incomprensible y oculta, aun teniendo ese color blanco puro como el de una perla. Como la de una perla aparenta ser tu forma, auténtica proporción inmaculada. Y realmente no lo es, es una vacía y árida llanura, repleta también de ese característico misterio, y cuya imperfección refleja la que también hay presente en el Universo. Imperfección que, como a ti, lo hace perfecto en su eternidad.

Luna, bruja inmortal e intransitiva, bienhechora madre, de todos y de nadie, vacía y tranquila. Doncella observadora  y dueña del tiempo. Tu luz crea esperanza, oponiéndose a la inmensa tiniebla que te rodea, la cual también generas, pues la llevas dentro, en tu esencia y en tu ser, ser sibilino y recóndito. No puedo imaginar qué haríamos sin tu presencia, y a veces me pregunto cómo llegaste hasta aquí, y por qué decidiste quedarte. Cómo es que sigues mostrándonos noche a noche tu refulgente sonrisa. No creo que llegue a saber nunca la respuesta pero, pese a todo, espero nunca nos dejes, aunque ya sé que no lo harás. Seguirás mirándonos callada y enigmática, intentando siempre decirnos algo con tu voz muda. Pero aunque no nos lleguen tus palabras, transmites un gran mensaje con ese conjuro que cada día lanzas al acabar el ocaso. Un mensaje subjetivo, como el camino que nos permites transitar, propio de cada uno. Espero que todo el mundo pueda escucharte en su vida, simplemente con mirarte, belleza infinita.

Y ya dicho todo esto, quiero volver a observarte, para admirarte una última vez en este día. Me dispongo por fin a vincularme una noche más contigo, tal vez en mis sueños. Y, aunque suene irónico decirlo, buenas noches, Luna.