20 ene 2015

Luna ☽

Desde hace mucho tiempo siento una extraña fascinación por un cuerpo celeste al que la gente a veces no dedica demasiada atención. Hablo de nuestra vecina, la Luna. A menudo, elevo la vista hacia la brillante bóveda del cielo, y ahí está ella que, sin saber por qué, capta toda mi atención. Me quedo embobado, apasionado, con una mirada perdida con la que podría estar observándola durante horas. Es como si me atrapase, como si lanzase sobre mí un hechizo invisible que me impidiese apartar la vista de ella. Y lo consigue. Desde los tiempos de antiguas ceremonias tribales pocas palabras recibe nuestra atenta amiga, así que llegó el momento de que le demuestre mi admiración.

Luna, reina del cielo, te miro y mis ojos se sienten atrapados, y encandilada mi mente. Me conviertes en un miembro más de tu clima de hechizos, y llegado el momento, me fundo contigo. Mi pupila se torna blanca, y pasas a estar dentro de mí, formando yo parte de ti al mismo tiempo. Casi puedo imaginar lo que tú ves, como ojo de la noche, testigo de amores y de a veces su falta, de largas conversaciones, nacimientos e incluso muertes, y en general de todo lo que ocurre en este momento, considerado a veces prohibido.

Luna, te miro y me induces paz, me haces meditar, como si ansiara poseer tu eterno mirar, siempre sereno. Mi mente se vuelve introspectiva sin saber siquiera cómo, e inicio un viaje hacia mí mismo, incluso por el camino del inconsciente.

Luna, llevas desde siempre sostenida ahí en el cielo como algo divino. Aparentas ser tenebrosa, y sin embargo brillas como un diamante. Proteges con esa luz a todos los astros de este inmenso Universo, hijos tuyos y algunos discípulos. Nos proteges también a nosotros, mediando entre cielo y tierra con sabiduría. Y al final del crepúsculo te vuelves omnipotente, te conviertes en leyenda, y nos arropas una vez más, velando por nuestro onírico letargo.

Luna, esencia del Yin, astro de contrastes. Permaneces ahí arriba imperturbable, y aun así fluyes en el tiempo como el agua. Tu esotérica oscuridad te hace misteriosa, incomprensible y oculta, aun teniendo ese color blanco puro como el de una perla. Como la de una perla aparenta ser tu forma, auténtica proporción inmaculada. Y realmente no lo es, es una vacía y árida llanura, repleta también de ese característico misterio, y cuya imperfección refleja la que también hay presente en el Universo. Imperfección que, como a ti, lo hace perfecto en su eternidad.

Luna, bruja inmortal e intransitiva, bienhechora madre, de todos y de nadie, vacía y tranquila. Doncella observadora  y dueña del tiempo. Tu luz crea esperanza, oponiéndose a la inmensa tiniebla que te rodea, la cual también generas, pues la llevas dentro, en tu esencia y en tu ser, ser sibilino y recóndito. No puedo imaginar qué haríamos sin tu presencia, y a veces me pregunto cómo llegaste hasta aquí, y por qué decidiste quedarte. Cómo es que sigues mostrándonos noche a noche tu refulgente sonrisa. No creo que llegue a saber nunca la respuesta pero, pese a todo, espero nunca nos dejes, aunque ya sé que no lo harás. Seguirás mirándonos callada y enigmática, intentando siempre decirnos algo con tu voz muda. Pero aunque no nos lleguen tus palabras, transmites un gran mensaje con ese conjuro que cada día lanzas al acabar el ocaso. Un mensaje subjetivo, como el camino que nos permites transitar, propio de cada uno. Espero que todo el mundo pueda escucharte en su vida, simplemente con mirarte, belleza infinita.

Y ya dicho todo esto, quiero volver a observarte, para admirarte una última vez en este día. Me dispongo por fin a vincularme una noche más contigo, tal vez en mis sueños. Y, aunque suene irónico decirlo, buenas noches, Luna.


2 comentarios:

  1. Ha sido un viaje espacial muy bonito, reflexivo y atrayente. Enhorabuena, tienes una mente brillante

    ResponderEliminar