Alcohol en sangre.
Y su carmín se hace ante mí invisible,
de aquel que nunca llega al corazón.
Llama sin aliento,
fuego muerto.
Individuo sin abrazos,
amante mutilado.
Vacío de esperanza o de todo sentimiento.
Postrado ante la reluciente Luna.
Y él tan apagado.
Y ella, tan brillante.
Nave vacía,
casa desnuda.
Como ese cuerpo inalcanzable.
Como la mente inapreciable
que al mínimo momento te destroza
en medio de la sangre de tu amor.
Vuelta a casa pronto, tres copas más tarde.
Algoritmos puntuales de la eternidad.
Mudanzas porcentuales del poder amar.
Del querer amar.
Y para siempre arder.
Luego echar a volar.
Mente que deja de ser alidada.
Vuélvese traidora en estas noches.
Abriendo cofres de ocasiones.
Tiñendo mis brazos de color de lluvia.
Qué bonita lluvia.
Evocación efervescente.
Profecía inexistente.
Y viento que te roza.
Te despierta.
Su frío te hace de nuevo ser quien eres.
Un migrante viajero y taciturno.
Otoñal, noctámbulo.
Y lunático.
Alberto García Aznar ♪