23 feb 2016

Hoy no tengo nada que contar

Hoy no tengo nada que contar.
Mi silueta en el espejo
dando forma a esta 'poesía' transparente
es cuanto menos signo alicaído
de veinticuatro horas ajenas al dolor.

No he contemplado lugares bellos;
tampoco valiosos.
No he podido escuchar
melodías ni saludos.
Ni observar entre líneas a las ninfas de los tiempos.

Tampoco yo lo quiero.

Flores de color han preferido cerrarse hoy al son de mi camino.
Y el nublo de esta bóveda era un océano demasiado uniforme.

El mundo no giraba.
La vida
se



ha





parado.










Y desde el limbo existencial hoy yo confieso
que este caminar a veces
no desea dejar huella.
De invadir mi aislada alcoba
solo persiste el deseo.
Y estas horribles jaquecas,
imperceptibles y a la vez molestas,
simplemente lo acrecientan.

Hoy no tengo nada que contar.
Preferiría no hacerlo,
dado que hoy esta jornada ha resultado
insípidamente amarga.
Apagadamente seria.
Seriamente vacilante.

El día casi extinto titubea para retorcerse
en un universo aún indiferente.
Dejemos, pues,
que sea la Luna
quien nos reviva y nos aplauda,
y
quien



devuelva


el tiempo a su velocidad normal.
A su nivel creciente de felicidad
tan habitual.


Alberto García Aznar ♪

18 feb 2016

Ciudad de lluvia

Ciudad de lluvia,
tus suelos acristalados
hacen brillar tus arterias
de soledad silente.

Transeúntes solitarios
se saludan sin hablar.
También sin mentir,
al escribir su registro
de páginas quemadas por los bordes
que luego rajar.

Unos fantasmas de caminar ambiguo
chapotean por los ríos de tus venas.
Las amígdalas de nuestros tiempos
perecieron dando a luz a un grito calmo.
Suspendiste tus amaneceres
en favor de un horizonte tan oscuro y blando.

Ciudad de lluvia,
que supiste reflejar todos los días
el mundo sin desearlo.
Supiste dar sonriente la vida
a quienes nunca imaginaron tus abrazos.
Nunca nos pediste nada.

Todavía me enterneces
cada vez que me hablas.
Me sonríes y me dices
que prefieres observar el arcoíris
frente a permitir que tu bóveda
se manche de aviones.

Me seduces cada vez que tus farolas
se encienden a mi paso.
Nadie lo hace
(Ellas me ven, en cambio).
Objetos tan amables, férreos seres callados,
confirman cada vez mayor calor "humano".
Ese que únicamente esconden tus ladrillos.

Y cuando me miras sin saludarme,
sin hablar y sin mentir,
es entonces cuando el agua no contagia,
sino cura.
Texturas de terciopelo que apagan los resfriados.
Qué afortunado me siento siempre que acabo empapado...

Ciudad de lluvia.
La misma en que, todavía,
viven mi ser nostálgico y mi yo.
Y es que sigues conmoviéndome.
Calando mi interior
cada vez que las agujas dan las diez en el reloj.
Cada vez que dejas que la noche
atraviese tu fiel corazón amurallado.

Los transeúntes callados,
con su desesperación inexpresiva,
buscan mirarse en los charcos
para ver si todavía éstos reflejan su cara.
Ellos te miran felices,
tal y como fueron por ti recibidos.

Hoy me siento afortunado
de residir aquí.
Benditas sean las rocas
que te protegen del peligro.


Alberto García Aznar ♪



15 feb 2016

Tarde de nubes evasiva

Tarde de nubes evasiva.
Todo apunta a una tormenta.
Persianas bajadas sólo observan
cómo se purifican de nuevo
las calles sin pisar.

Excepto una,
por la cual fluye una mente
de caminar huidizo.
De silueta oscura, de invisible hablar.

Turbando el aire al caer,
y así las hojas de lluvia,
navega esquivo destello.
Con una ilusión dormida
en mares de clorofila
que inundaron su interior.

Línea desigual, furtiva,
de unos versos que se enfrentan
a unas gotas de agua que sólo se piensan.
Que se miran sin hablar
y luego
simplemente se van.

Recorriendo aquellos retales mojados
sigue el caminante.
Las farolas no se encienden a su paso
porque no hay nadie en la calle.
Y su conversación larga y tendida
trata de convencer a las nubes
de que se queden allí arriba para siempre.


Alberto García Aznar ♪