18 feb 2016

Ciudad de lluvia

Ciudad de lluvia,
tus suelos acristalados
hacen brillar tus arterias
de soledad silente.

Transeúntes solitarios
se saludan sin hablar.
También sin mentir,
al escribir su registro
de páginas quemadas por los bordes
que luego rajar.

Unos fantasmas de caminar ambiguo
chapotean por los ríos de tus venas.
Las amígdalas de nuestros tiempos
perecieron dando a luz a un grito calmo.
Suspendiste tus amaneceres
en favor de un horizonte tan oscuro y blando.

Ciudad de lluvia,
que supiste reflejar todos los días
el mundo sin desearlo.
Supiste dar sonriente la vida
a quienes nunca imaginaron tus abrazos.
Nunca nos pediste nada.

Todavía me enterneces
cada vez que me hablas.
Me sonríes y me dices
que prefieres observar el arcoíris
frente a permitir que tu bóveda
se manche de aviones.

Me seduces cada vez que tus farolas
se encienden a mi paso.
Nadie lo hace
(Ellas me ven, en cambio).
Objetos tan amables, férreos seres callados,
confirman cada vez mayor calor "humano".
Ese que únicamente esconden tus ladrillos.

Y cuando me miras sin saludarme,
sin hablar y sin mentir,
es entonces cuando el agua no contagia,
sino cura.
Texturas de terciopelo que apagan los resfriados.
Qué afortunado me siento siempre que acabo empapado...

Ciudad de lluvia.
La misma en que, todavía,
viven mi ser nostálgico y mi yo.
Y es que sigues conmoviéndome.
Calando mi interior
cada vez que las agujas dan las diez en el reloj.
Cada vez que dejas que la noche
atraviese tu fiel corazón amurallado.

Los transeúntes callados,
con su desesperación inexpresiva,
buscan mirarse en los charcos
para ver si todavía éstos reflejan su cara.
Ellos te miran felices,
tal y como fueron por ti recibidos.

Hoy me siento afortunado
de residir aquí.
Benditas sean las rocas
que te protegen del peligro.


Alberto García Aznar ♪



No hay comentarios:

Publicar un comentario