Hoy pienso ser ese silbido cuyo eco resuene por las calles vacías, el oscuro individuo que no se pare a la luz de las farolas.
Entumeceré los músculos de mi espalda en la incómoda silla
de mis meditaciones, empuñando bolígrafo y papel como arma de doble filo. Estoy
dispuesto a tener a la cafeína como acompañante, como tantas veces hice y tantas
que quedan por llegar. Tengo ganas de adentrarme en plena oscuridad, alumbrando
mi cuarto con el triste flexo que aguantó desvelos, palabras frustradas y
grisáceas armonías. Deseo desvelarme con mi reflexión nocturna, después de echar a
la duda que durante el día me durmió.
Esta noche me pondré a escribir lo que quiero en vez de lo
que debo. A hacer lo mejor posible esta terapia para el pensamiento. Esbozaré renglones con esfuerzo, y los desecharé sin reparo alguno
hasta que logre llegar a la combinación óptima. Estaré dispuesto a recordarte y
a plasmarte recostada en mi esperanza, con palabras, dulcemente. Admiraré la belleza de este
mundo, la felicidad, las estrellas y tu luz, una vez más, para después volver a
mi refugio conmigo mismo y con la incertidumbre.
No me importa aparecer mañana con unas apabullantes ojeras.
Ayer no quise dormir y, como siempre, mereció la pena.
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