1 ago 2015

IV Taller de Escritura Creativa en Tarazona - [Día 1: Relato corto]

En su charla sobre narrativa, el ilustre José Luis Corral nos encargó escribir un relato corto, de entre cuatro y ocho líneas. Al igual que con las poesías, debí venirme arriba y a falta de un relato escribí tres.

I.

El veterano comisario se despertó en su apartamento de Madrid, en medio de un penetrante hedor a Bourbon. Su dolor de cabeza era tan fuerte que no dudó en echar mano de su petaca para poder olvidarlo, siendo fiel a la costumbre, por supuesto. Se olvidó de la resaca de la misma forma que se había olvidado lo que hizo la noche anterior. Además del porqué. La ignorancia de todo aquello no parecía importarle, pues no mostró intención alguna de devolverlo a su memoria.
Hasta qué, de pronto, vio la carta de Gloria encima de su mesa. Releyó impotente aquellas punzantes líneas, mirose las manchas de whiskey en su camisa y, sin titubear, arrojó la petaca con fuerza hacia la pared. Había hallado la fuente de todos sus problemas.

II.

Desde que en aquella calle, repleta de hogares de miseria y tascas de mala muerte, abrieron el "Jazz Night Club", nada volvería a ser lo mismo. La travesía pareció haber adquirido un aura especial, de un depresivo misterio que la hacía extraña e interesante. Todas las noches, hasta altas horas de la madrugada, permanecía encendida una luz tras la ventana del nuevo establecimiento. Aunque, en contradicción a su nombre, el "Club" solo abría por la tarde, un indescriptible y ahogado sonido se extendía por la pasarela. Como parecía una canción triste, los lugareños decidieron bautizarla popularmente como la "Avenida de las baladas". Y no era para menos, pues esa música que se escuchaba era, efectivamente, el producto de las horas extra que invertía el pianista del garito, en las que trataba de consolarse con un vaso de ron y cien notas musicales.

III.

Víctor acababa de experimentar el mayor ataque de furia jamás vivido. Una furia retrodirigida, autodestructiva y voraz que le hizo romper con toda clase de vínculo que entonces tuviera con su alrededor. Tuvo suerte de no destruir el vínculo que le unía consigo mismo, aunque pendía de un hilo en llamas.
Así, se vio a sí mismo a las dos de la madrugada en el bosque cercano a su casa, corriendo sin descanso y esquivando todo obstáculo con la gracilidad de un murciélago. Su puño derecho apretado, a punto de explotar, como encerrando dentro una bomba de relojería que acumulara toda su rebeldía. Mostraba una mirada más propia de un monstruo sanguinario y sediento de sangre que de la de un ser humano. Tal vez fuese en eso en lo que se había convertido, más si cabe al ver su negro corazón invadido por aquel supuesto odio.
No obstante, para cuando se quiso dar cuenta, Víctor se encontraba tumbado boca arriba, viendo solo una parte de la luz de la Luna de reojo. Entonces, un furioso lobo se le acercó. Tenía los ojos rojos, con una mirada que penetraba en el chico haciéndole sentir insignificante. Su imparable mordisco fue directo al cuello. Justo entonces fue cuando Víctor se despertó de su más enriquecedor sueño.

Después de esta experiencia, Víctor ha vuelto ha ser Víctor, pues el lobo le hizo ver por qué vivir.

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